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ORACIÓN INICIAL

VER
Es importante aterrizar la realidad de las familias de la actualidad y es que basta tomar un periódico, observar o escuchar las noticias para saber cómo está la vida familiar en nuestros días, los asesinatos, secuestros, pleitos, corrupción, robo, etcétera; son los indicadores que muestran la crisis en los hogares, en nuestras familias actualmente.

Hoy pareciera que nuestros hijos son educados por las aplicaciones de los teléfonos móviles, la televisión u otros medios,

Amoris Laetitia cuestionaba al respecto: «¿Quiénes se ocupan de darles diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre».

Los padres de familia –bastante ocupados en la actualidad– dedican la mayor parte de su tiempo al trabajo para poder ofrecer a su hijos una mejor calidad de vida, abandonando así a los hijos y dejando la educación de estos a terceros.

Con este sencillo pero complejo panorama que se ha presentado sobre la realidad de nuestras familias comenzaremos a adentrarnos en nuestra catequesis.

JUZGAR
A la luz de la homilía del Cardenal Kevin Farrell, Presidente del Dicasterio de Laicos, Familia y Juventud, en el Encuentro Mundial de Familias del pasado 2022, se profundizará en la figura de san Juan Bautista, expresados en cuatro puntos.

1. Juan vivió una época de transición entre dos épocas, porqué se le llamó el último gran profeta del antiguo testamento, y el nuevo primer profeta del nuevo testamento. Él fue un puente entre la nueva y la antigua alianza. Innovó la tradición de las profecías del pasado, y adelantó el nuevo ministerio de los discípulos de Jesús. Esta es la misión de cada familia hoy en día, nuestras sociedades a menudo borran el pasado y levantan barreras, que aíslan a los mayores de los jóvenes, por lo que las familias hoy, deben ser un puente, entre generaciones y entre las diferentes épocas. Cada familia preserva en su seno las tradiciones, que transmite de una generación a otra, tanto culturales, como religiosas; lo que reciben de los padres y de los abuelos; y al mismo tiempo las familias se abren al futuro, a través de la energía y de los sueños de sus hijos. Las familias abrazan en sí mismas, el pasado, el presente, y el futuro, que complementa y enriquece a unos y a otros, en un ambiente de armonía y aceptación recíproca.

2. El Bautista es un signo de esperanza y de vida. Nace de padres mayores, la madre era estéril, o parecía ser estéril, y su nacimiento manifiesta que la humillación sufrida por Isabel y su esposo, el sacerdote Zacarías, pasa de ser frustración y vergüenza a la alegría, una alegría tan grande de la que todos los habitantes de la región participan: los parientes, los vecinos, etc. Aquí, en la vida de San Juan Bautista, vemos la experiencia pascual, el paso de la muerte a la vida, el paso de la tristeza a la alegría, y aquí nos encontramos con la experiencia de la presencia de Cristo en la vida de la familia. Hay tantas situaciones de sufrimiento, de humillación, de desaliento que se viven en nuestras familias hoy. Estos momentos de dolor, de desaliento, que surgen muchas veces en las relaciones entre los cónyuges, y a menudo traen a sus hijos, una complicada y demandante tarea; o que son debidas a dificultades económicas, o muchos otros problemas que tienen que encarar cada día las familias. Y aún en la esterilidad de nuestra existencia, incluidas esas circunstancias en las que parece que es demasiado tarde, que parece que no se puede hacer nada, Dios siempre puede intervenir como en el caso de Zacarías e Isabel. Dios nos invita a todos a que tengamos fe, esperanza, a que abramos nuestros corazones a algo inesperado, y también ustedes, familias, no deben perder jamás la esperanza.

3. Juan es el gran testigo de la sacralidad de la vida, desde el primer momento de su concepción; en efecto antes de nacer, cuando María saluda a Isabel, Juan reconoce al Señor Jesús, y salta de gozo en el vientre de Isabel (Lc 1, 41-45); una llamada de Dios, llega a él, estando en el mismo vientre de su madre. Y lo inviste con el gran cometido de preparar los corazones de la humanidad para acoger al Salvador del mundo. Esa es otra dimensión clave para entender la vocación de las familias: ser guardianes de la sacralidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción hasta la muerte natural; la vida de cada niño debe ser defendida y protegida, precisamente porque Dios tiene grandes planes de bendición y santidad para esos niños, justo desde el primer momento de su existencia. Dios llama a todos, incluidos esos niños ya concebidos, porque esos serán quizá los santos del mañana, y que harán que el mundo sea un mundo más bello y luminoso para todos.

4. El evangelio nos presenta un punto clave para los judíos, la circuncisión y la imposición de un nombre (Lc 2,21). Y este derecho marca la entrada del recién nacido en la alianza, la alianza entre Dios y el pueblo de Israel, quienes han sido llamados a ser un pueblo sacerdotal, y receptores de la bendición de Dios, por tanto cuando se le daba el nombre a un niño, el nombre en realidad era también un enlace con la misión de Israel, porqué por lo general el nombre solía estar vinculado con las diferentes tribus o los antepasados, pero esto no ocurre en el caso de Isabel y Zacarías, Dios en efecto indica un nombre nuevo, el Arcángel Gabriel presenta un nuevo nombre, un nombre que ningún antepasado había tenido hasta aquel entonces, así como lo vemos en el evangelio de Lucas, su nombre será Juan, su nombre es Juan. Y este nombre significa Dios está a tu favor, Dios te concede la gracia, Dios está lleno de misericordia; este nombre indica que Dios en ese momento preciso de la historia de Israel y de la humanidad, quería transmitir su misericordia al mundo. En el caso de las familias cristianas, también nosotros recibimos un nombre cuando nos bautizaron, y hemos sido llamados a transmitir en el mundo la misericordia de Dios; el matrimonio y la vida familiar son vocación para ser testigos de la belleza del amor y reconciliación, que hemos recibido de Dios, y debemos entregarlo sin cesar a los demás, para que cada familia actúe como una barricada, contra el odio, que destroza el mundo hoy, y cada familia tenga esas acciones de bienvenida y apoyo a los más débiles; y derrame esos ríos de misericordia en el mundo.

ACTUAR

Con base a las reflexiones anteriores se pueden rescatar cuatro acciones concretas a realizar como familias, para responder ante las realidades mencionadas con anterioridad.

  • Buscar momentos de diálogo en casa con nuestros hijos, retomar lo que las familias en el pasado realizaban, reunirse en torno a la mesa para compartir los alimentos. Asimismo, compartir con las futuras generaciones nuestras tradiciones, hacer que al conocerlas se sientan orgullosos de ellas. Sobre todo compartir la vida de fe con los niños y adolescentes, para que en su crecimiento y desarrollo generen una fe fuerte y con convicción.
  • No dejar que los catequistas por sí solos sean quienes eduquen en la fe, esperanza y caridad a nuestros hijos, más bien tomar en familia está responsabilidad y en comunión con la pastoral profética fortalecer la vida en las virtudes teologales de las nuevas generaciones.
  • Generar en el seno familiar la cultura de la vida y brindar herramientas a nuestros hijos para caminar por el sendero de la santidad.
  • Vivir en el amor dentro de las familias y que este mismo los hijos lo puedan experimentar en todas las dimensiones y áreas en las que se desarrollan.

ORACIÓN FINAL

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, «nacido de Mujer», y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo.

–San Juan Pablo II