Catequesis: El papel de los adultos mayores en la familia y la sociedad.
En estos tiempos es importante centrar la mirada en la manera como las familias se relacionan con los adultos mayores y el papel que actualmente juegan unos y otros en nuestra sociedad contemporánea.
- Algunos cambios que se han experimentado:
- La esperanza de vida ha incrementado
- El acceso casi generalizado a pensiones y asistencia sanitaria
- El retraso en la entrada al mundo laboral de los jóvenes
- La incorporación al mismo de la mujer
- La reducción del tamaño familiar
- Las mejoras en las comunicaciones
- El desplazamiento demográfico hacia las zonas urbanas en detrimento de las zonas rurales
- Las sucesivas crisis económicas
Todos estos factores son algunos de los responsables de los cambios suscitados en torno a la familia y de la visión que se tiene de los adultos mayores en ésta y en la sociedad. Dentro de estos cambios se encuentra el que algunos ancianos son abandonados a su suerte, a quienes mejor les va los llevan a asilos o casas de asistencia, otros viven aislados o en la soledad en sus propios hogares. Sumado a lo anterior se suscitan problemas en el sector salud, con la escasez de medicamentos y la precariedad en los sistemas hospitalarios que marginan a los ancianos. Aunado a esto, los adultos mayores se enfrentan al contexto nuevo y extraño de las tecnologías de la información que los imposibilita, o se les complica entender, por lo que se encuentran fuera del contexto tecnológico y de comunicaciones viviendo marginados o aislados de la sociedad.
Ante esta realidad no debemos olvidar que la familia tiene entre sus funciones la transmisión de conocimientos, habilidades, valores y creencias, en la que los abuelos juegan un papel fundamental, así como brindar protección y apoyo a sus miembros. Y es la responsable de la adquisición del sentido de identidad y el equilibrio emocional. Una familia con adultos mayores es una auténtica escuela de relaciones intergeneracionales. La figura del abuelo (a) como factor de integración de la familia y principal educador se mantiene. El contacto directo de los abuelos con los jóvenes modifica de forma drástica sus percepciones de la vejez potenciando las imágenes positivas de la misma.
El Papa Francisco en su mensaje en la III Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores enfatiza la importancia de la relacionalidad entre las generaciones juveniles y la de los ancianos, expresando literalmente que “El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse.
Es importante precisar que los ancianos representan la “memoria histórica” de las generaciones más jóvenes y son portadores de valores fundamentales. Dondequiera que falta la memoria faltan las raíces y, con ellas la capacidad de proyectarse con la esperanza en un futuro que vaya más allá de los límites del tiempo presente. La familia y, por tanto, toda la sociedad, recibe un gran beneficio con la revaloración del papel educativo del anciano; cuestión que es necesaria para dar respuesta a los signos de los tiempos con relación a la creciente población de adultos mayores. Lo primero que hay que hacer es conocer sus necesidades y dar respuesta en la Iglesia que es madre y maestra, y en la familia como comunidad de fe a la que sigue perteneciendo el adulto mayor.
Por lo anterior, es de capital importancia insistir en el respeto a la dignidad y a los derechos inherentes a la persona anciana; siendo conscientes que los adultos mayores tienen mucho por aportar a la vida social, es por ello, que todos los individuos, familias, asociaciones, gobiernos y organismos internacionales, participen en la defensa e inclusión social de éstos. Teniendo como objetivo el garantizarles condiciones de vida más humanas y hacer que se reintegren a la sociedad paulatinamente.
Sólo así se podrán emprender, en modo orgánico, iniciativas destinadas a influir en el orden socioeconómico y educativo, con el objeto de que sean accesibles a todos los ciudadanos, sin discriminaciones, los recursos indispensables para satisfacer necesidades antiguas y nuevas, para garantizar la tutela efectiva de los derechos, y para dar nuevos motivos de esperanza y de confianza, de participación activa y de pertenencia, a los que han sido alejados de los circuitos de la convivencia humana.
Ante tales escenarios es importante que la Iglesia dé prioridad a los ancianos reflejado en anunciarles la Buena Noticia de Jesús que se revela a ellos como se reveló a Simeón y a Ana, los anima con su presencia y los hace gozar interiormente por el cumplimiento de las esperanzas y promesas que ellos han sabido mantener vivas en sus corazones (cf. Lc 2, 25-38).
Asimismo, ofrecer a los ancianos la posibilidad de encontrarse con Cristo, ayudándoles a redescubrir el significado de su propio Bautismo, por medio del cual han sido sepultados con Cristo en la muerte, para que «así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también ellos lleven una vida nueva» (Rom 6, 4), y encuentren el sentido de su propio pasado, presente y futuro. La esperanza, en efecto, hunde sus raíces en la fe en esa presencia del Espíritu de Dios, «que resucitó a Jesús de entre los muertos» y hará revivir nuestros cuerpos mortales. La conciencia de una nueva vida en el Bautismo hace que en el corazón de una persona anciana no desfallezca el asombro del niño ante el misterio del amor de Dios manifestado en la creación y en la redención.
Finalmente, se debe generar en los ancianos una viva conciencia de la tarea que tienen, de transmitir al mundo el Evangelio de Cristo, revelando a todos el misterio de su perenne presencia en la historia. Y hacerlos también conscientes de la responsabilidad que se desprende, para ellos, de ser testigos privilegiados ante la comunidad humana y cristiana de la fidelidad de Dios, que mantiene siempre sus promesas al hombre.
Conclusión
La Iglesia y la familia deben ocuparse y proponer los medios necesarios para ayudar a los ancianos a vivir su vejez a la luz de la fe y que de esta manera puedan redescubrir por sí mismos el valor de la riqueza de sus conocimientos, experiencias y vivencias, en condiciones de poderlo poner al servicio a los demás. Con la conciencia y responsabilidad de ofrecerlos en beneficio de quienes los rodean. Asimismo, es necesario colaborar con el anciano facilitando los medios para que sea más consciente de que tiene aún un futuro por construir, porque todavía no se ha agotado su tarea misionera de dar testimonio a los menores, a los jóvenes, a los adultos, y a sus mismos contemporáneos.
Por tanto, se proponen algunas actividades concretas que se pueden ofrecer a los ancianos, destacando el que sean visitados por algún ministerio de asistencia social en sus hogares, prestandoles atención en la escucha de sus experiencias y vivencias. A quienes pueden desplazarse de sus hogares a las capillas, brindarles un lugar especial dentro de la asamblea en las celebraciones litúrgicas, abriéndoles las puertas para que compartan sus conocimientos en la vida pastoral de las parroquias.
Oración
Señor Jesús, tú naciste de la Virgen María,
hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.
¡Protégelos! son una fuente de enriquecimiento
para las familias, para la Iglesia
y para toda la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando envejezcan
sigan siendo para sus familias
pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales, hogareños,
tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas
haz que sean maestros de sabiduría y valentía
que transmitan a generaciones futuras los frutos
de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad
a valorar la presencia y el papel de los abuelos.
Que jamás sean ignorados o excluidos,
sino que encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente
y a sentirse acogidos durante todos los años
de vida que les concedas. Amén.
Benedicto XVI [Fragmento]